Durante la última semana queríamos aprovechar para
aprender y recoger las recetas de los exquisitos platos que habíamos probado días
atrás de los distintos vecinos y también de los voluntarios. El tiramisú de Lella, las Seadas de Zia Franca, Kalburabasti
de Sedda, Menemen de Ahmet, Falafel y Kuskus (Kisir) de Tugce. Tengo que decir
que la cocina Turca me ha sorprendido mucho, la verdad que es un espectáculo
para el paladar.
El jueves teníamos la presentación del EVS a los
alumnos de los institutos de los pueblos de al lado, pero venían todos a
reunirse a Belvì. Después de la charla, hubo muchos brazos en alto a la
pregunta: ¿A quién le gustaría hacer un voluntariado en el extranjero? Lo que
nos dejo muy contentos y satisfechos.
El jueves nuestra vecina Valentina y Sebastiano
nos prepararon una cena en su casa junto con su familia. Era la última cena en
Belvi... con nuestra gran familia. También, tuvimos la oportunidad de cenar con
nuestros amigos del pueblo que hicieron una cena impresionante en una caseta en
un parque en medio de la naturaleza, donde el fuego nos calentaba e iluminaba
la última noche nel nostro paese.
Al día siguiente viajábamos a Cagliari para volver
a casa. Cagliari fue la primera ciudad que vimos en Cerdeña, por eso siempre será
especial; pero también ciudad de despedidas. Más que una despedida es un
“Arrivederci”, porque realmente se ha creado un vinculo entre voluntarios y
vecinos de Belvì.
Han sido dos meses cargados de emociones,
sorpresas, nuevos amigos, nuevas experiencias. Calidad, no cantidad, como bien
describe Rinaldo Arangino a nuestro gran Belvì.
A veces no cuenta la cantidad de personas que
conoces en tus viajes, en el mundo; cuentan las manos amigas.